GERINELDO Y LA INFANTA
Gerineldo era un buen mozo,
siervo del rey muy querido.
Cuando sale del palacio,
de hacer allí su servicio,
en la puerta del palacio
la infanta lo ha perseguido:
- Gerineldo, Gerineldo,
mi Gerineldo querido,
¡quién te pillara esta noche
tres horas de mi albedrío!
- No se burle la señora
que criado vuestro he sido.
- No me burlo, Gerineldo,
que de veras te lo digo.
- Y ¿a qué hora, gran señora
se cumple lo prometido?
- Entre las doce y la una,
cuando el rey esté dormido.
Daba vueltas Gerineldo
daba vueltas al castillo.
Y cuando ya comprendió
que el rey estaba dormido
con pasito sigiloso
al cuarto la infanta ha ido.
La infanta que lo aguardaba:
- ¿Quién ha sido el atrevido?
- Gerineldo es, gran señora,
que vengo a lo prometido.
Lo ha cogido de la mano
y a su cama lo ha subido.
Se pusieron a luchar
como mujer y marido.
Con el trote de la lucha
los dos se quedan dormidos.
Llama el rey a Gerineldo
que le alargue su vestido.
Y unos dicen: no está en casa;
y otros dicen: no ha salido.
Y el rey, que lo sospechaba,
al cuarto la infanta ha ido.
Y si mato a Gerineldo,
tanto como lo he querido,
tan bien que me había
| servido.
Y si mato a la princesa
queda mi reino perdido.
Yo le meterémi espada
pa que sirva de testigo.
Con el frío de la espada
la infanta se ha estremecido:
- ¡Despiértate, Gerineldo,
mi Gerineldo querido,
que la espada de mi padre
con nosotros ha dormido!
- ¡Y qué podré hacer yo ahora
que no sea conocido!
Me marcho por los jardines
a pisar rosas y lirios.
- No te asustes, Gerineldo
y vuelve ya a tu servicio.
Gerineldo fue ante el rey
y la infanta lo ha seguido.
– Perdónalo, padre mío,
ya sabes lo sucedido.
Solamente yo deseo
me lo otorguéis por marido.
Y el rey, que lo deseaba,
el permiso ha concedido.
- Y así tendré Gerineldo
un hijo más muy querido.
Y celebraron su boda
muy llenos de regocijo.
8.9.11
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